miércoles, 26 de enero de 2011

ATLÉTICO DE MADRID 1-4 REAL MADRID 18/01/1997

De BLOG BLANCA EFEMERIDE

JORNADA 20:
18/01/1997. En Madrid (Vicente Calderón)
CLUB ATLÉTICO DE MADRID - REAL MADRID C.F. 1-4
Árbitro : Iturralde González
Goles : 1-0 Kiko (32’), 1-1 Raúl (46’), 1-2 Víctor (90’),
1-3 Seedorf (84’), 1-4 Raúl (82’),
CLUB ATLÉTICO DE MADRID :
Molina; Delfí Geli, Santi Denia, Prodan (J.M. López, min. 65), Toni Muñoz; Caminero,
Pantic, Bejbl, Paunovic; Kiko (Vizcaíno, min. 78), Esnáider (Juan Carlos., min. 73).
(Entrenador: Radomir Antic)
REAL MADRID C.F. :
Illgner; Panucci, Alkorta, Hierro, Roberto Carlos; Amavisca, Seedorf,
Redondo, Raúl; Suker (Víctor, min. 78), Mijatovic.
(Entrenador: Fabio Capello)





Rey Raúl

El delantero de 19 años, héroe de la goleada que endosó al Atlético un Real Madrid con 10 jugadores

SANTIAGO SEGUROLA, - Madrid - 19/01/1997


En la memoria del madridismo y del fútbol quedará una jugada conocida como el raulazo: por Raúl y por golazo. De la nada, sometido al acoso de una red de defensas, lejos de su punto de destino, que por supuesto es la portería Raúl tomó como pudo un pase de Redondo, un balón aparentemente inocuo, difícil de controlar y de hacerlo prosperar. Pero Raúl lo recogió y se lanzó de manera inpinada a una aventura hermosísima: regateó a Geli en la raya del área y se dirigió con los ojos abiertos hacia la portería. De frente le esperaba López, que se comió un amague hacia adentro y luego otro hacia afuera. El central quedó dos veces tirado en el suelo, indefenso ante las habilidades del chico, que coronó su jugada con un tiro cruzado, de, delantero grande. Un gol enorme, el raulazo inolvidable que translada directamente al muchacho (19 años) a la jefatura moral del Madrid. Porque todo eso ocurrió en un momento que parecía crítico para su equipo tras la expulsado de Mijatovic (en el minuto 67, por insultar a un juez de línea) y después de una sobresaliente reacción que había llevado al equipo hasta el empate. Reacción que naturalmente descansó sobre el talento y el coraje de Raúl, que reventó el derby en una segunda parte memorable. Marcó el tanto del empate, se ocupó personalmente de desbaratar al Atlético y marcó su célebre gol, ese raulazo que disparó a su equipo hacia la victoria sobre el campeón y mató al Atlético, derribado por la tremenda actuación de, Raúl, autor de un partido que marcará una línea divisoria en el madridismo. Desde ayer, Raúl es el rey.Mucho antes de que Raúl decidiera conquistar la noche, el partido tuvo los trámites normales del juego: dos equipos que se arman para batir tácticamente al rival. Las características de los dos equipos animaron durante la primera parte a un juego de tendencia evidente a achicar y tirar el fuera del juego. De esta manera, el tráfico se volvió muy complicado en el medio, donde el juego se colapsó a la espera de que los dos equipos perdieran frescura y cedieran espacios. Como -el encuentro salió tan combatido, el Madrid se sintió en su entorno natural. Durante el primer tiempo tuvo más y mejores soluciones a los problemas del partido. Fue superior en el medio campo, donde el Atlético actuó con incomodidad, en buena medida porque Paunovic se empleó inicialmente con timidez, porque Caminero estuvo fuera de sitio y porque Pantic tuvo poco peso en el juego de su equipo.


Hasta que el Atlético puso la casa en orden, y eso ocurrió tras el primer cuarto del partido, el Madrid funcionó con más equilibrio y autoridad. Incluso practicó un juego menos nervioso de lo. habitual. Disponía del balón, abría el campo y descolocaba a la defensa rojiblanca cuando Mijatovic y Suker se tiraban atrás. Mientras tanto, el Atlético achicaba agua como podía, con las líneas rotas y demasiado expuesto a las oportunidades del Madrid, que encadenó cuatro ocasiones, casi todas protagonizadas por Mijatovic y Suker.

En ese estado de cosas, el Madrid se manejaba con cierta comodidad y el Atlético pasaba por una crisis. Al Madrid sólo le faltó puntería en aquellos momentos, un poblerna que arregló Raúl en la segunda parte. Quizá el desperdicio de las oportunidades provocó la frustración de los jugadores. De repente, el Madrid perdió manejo y sitio. En la misma medida, el Atlético comenzó a reflotarse, a salir del barullo y a buscar. las soluciones correctas. Por ejemplo, el buen uso de la banda derecha, por don de el Atlético se enganchó al partido.

Primero se produjo el equilibrío; luego, el Atlético consiguió tocar la pelota, y finalmente se abrió el boquete para Paunovic y Geli. No le hizo falta mucho tiempo al equipo rojiblanco para sacar beneficio de su recuperación. El gol reprodujo perfectamente la situación que atravesaba el partido y manifestó un viejo defecto del Madrid. Con espacio y tiempo, Paunovic pudo largar un centro espléndido, de esos que tienen elegido el destinatario, en este caso Kiko, que cabeceó a gol con limpieza entre los dos centrales madridistas. Pero cualquiera que fuera la perfección del centro y del cabezazo, el tanto vuelve a levantar sospechas sobre el poderío de la defensa del Madrid en el juego alto, donde sufre demasiado.

Fue interesante lo que sucedió tras el gol. El Atlético jugó su mejor fútbol, pero el Madrid tuvo carácter y oficio. No se desarmó por el impacto y se mantuvo como un equipo de una pieza. En el otro lado, el Atlético se recuperó visiblemente. Continuó su tenaz trabajo por la banda derecha, donde Gel¡ y Paunovic metieron en problemas a Roberto Carlos.

El Atlético no tuvo la oportunidad de manejar apropiadamente la ventaja. El segundo tiempo arrancó con el gol de Raúl, que se aprovechó de un rechace para dejar la pelota en la red, porque ni siquiera se puede interpretar como un remate. Fue un acto de frialdad y clase, dos cualidades que distinguen a los grandes jugadores. sea, Raúl, que modificó el partido descaradamente. Se trasladó a la banda derecha y desde allí generó una sucesión interminable de conflictos para la defensa del Atlético. Resultó admirable su capacidad para entender lo que pedía el partido y lo que necesitaba su equipo. Frente a su agigantada figura, todo se empequeñeció. En primer lugar, el Atlético de Madrid: no consiguió una ocasión de gol en todo el segundo tiempo. Pero también sus compañeros, que cumplieron un papel subsidiario frente al jugador que protagonizó la noche, que la conquistó con un gol formidable, que ayudó en los otros dos, que se resistió a admitir la ausencia de Mijatovic como decisiva, que lanzó al Madrid a una victoria en un derby que se anunciaba igualado y que no lo fue porque en el Manzanares hubo un futbolista imponente: Raúl, rey del madridismo.


El dueño del 'derby'

El Calderón presenció la consagración definitiva de un futbolista descomunal

JOSÉ MIGUÉLEZ, - Madrid - 19/01/1997

De pronto, Raúl se llevó las manos a la cara y se puso a llorar. El partido acababa de conocer el 1-3, ya en el minuto 84, y Raúl, probablemente, se empezaba a dar cuenta de lo que había hecho: el partido de su vida, su consagración como futbolista, su ascensión definitiva al trono de los mejores jugadores del mundo. Y con 19 años, una edad aparentemente prohibida para dictar lecciones de autoridad del tamaño de la que ayer dio el madridista. Hubo un derby clásico, con la pasión y la intensidad de siempre; y hubo otro derby superior, inmenso y desconocido, protagonizado en exclusiva por Raúl González.Curiosamente González. Resulta paradójico que en el derby más cosmopolita de la historia, con luminosos apellidos alemanes, italianos, brasileños, holandeses, argentinos, croatas, montenegrinos, serbios, rumanos y checos, fuera precisamente un español el que hiciera ruido. Fue una especie de Raúl contra el efecto Bosman, la reivindicación sin complejos de que el fútbol nacional dispone del talento suficiente como para competir con los foráneos por el estrellato. Raúl se colgó ayer la bandera del fútbol español. Está Guardiola, Kiko, Caminero, pero ya por encima, en otra dimensión: está Raúl. A la caza de Ronaldo.

La comparación surgió instantánea en la mente de los que ayer saborearon la exhibición de Raúl. Sobre todo, tras el segundo gol, cuando convirtió un mal pase de Redondo en una obra de arte. Recortó a Geli, dobló, hasta por tres veces a López, y como rúbrica final, casi sin ángulo, la pegó con el alma abajo y al primer palo. Una acción majestuosa que le salió del interior, como de forma insconsciente. Por sus palabras posteriores, podría decirse que se dejó llevar por el jugador genial que se esconde dentro de su cuerpo. "La verdad", confesó tras el partido,les que no sé lo que hice, ni cómo. Lo tengo que ver por vídeo. Lo que recuerdo es que a medida que iba saliendo de un regate, me iba invadiendo una sensación de alegría tremenda e indescriptible. Es una satisfacción que sólo. puede conocer quien la realiza". Pese a la lluvia de adjetivos y solemnes comparaciones, Raúl pisa con prudencia: "Yo soy menos que Ronaldo".

Pero la cosecha de Raúl no se limitó a su segundo gol. Su primer tanto también fue admirable. Donde la mayoría de los futbolistas habrían cerrado los ojos y soltado un trallazo a la buena de Dios, Raúl prefirió descubrir un hueco entre la muralla de hombres que poblaban el área rojiblanca tras el rechace de Santi (Mijatovic, Molina, Geli y el propio Santi) y colocar suavemente en una esquina de la poteria enemiga ese balón que le había llegado manso a la frontal del área. Raúl festejó el empate besándose la camiseta. El segundo gol, su gran obra, lo celebró como un poseso, gritando, corriendo y arrodillándose.

Raúl también tuvo una presencia decisiva en los dos goles posteriores. Hizo la pared con Seedorf en el 1-3, y dio el pase que dejó solo a Víctor para el 1-4. Y, sobre todo, lo que hizo Raúl fue convencer a su equipo de que se podía ganar pese a la expulsión de Mijatovic. Capello había ordenado retirada, el Madrid se tiró atrás y sólo Raúl creyó en la victoria.

Y todo sucedió precisamente en el Vicente Calderón, el estadio que hace tan sólo cuatro años creía que iba a ser su segunda casa. Para Raúl tuvo un valor especial el escenario de su gesta. "Mientras estaba en el campo, un césped en el que ya jugué cuando tenía 15 años, en un partido de infantiles con el Atlético, pasó velozmente por mi cabeza toda mi carrera. Empecé aquí, pero me hice como jugador y como persona en el Madrid. Soy madridista. Y por eso tiene una valor especial haber cuajado esta actuación en este campo. No hay mejor manera de demostrar que, pese a mi pasado, soy madridista. Es un viejo sueño hecho realidad". Era la puntilla que le faltaba a Raúl para terminar definitivamente con el Atlético. Había marcado algún gol las dos veces que se enfrentó contra él en el Bernabéu, pero le quedaba pisarle en su propia casa.


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